1 Lectura y fomente la reflexión :
Ya era tarde y de noche y sin embargo,
un niño hacía grandes esfuerzos por no quedarse dormido. El motivo valía la
pena, estaba esperando a su papá. Sus ojos se estaban cerrando cuando de
repente oyó la puerta y contento corrió a recibir a su papá.
El niño le brincó a su padre, le dio
un beso y ansioso le pregunto lleno de curiosidad: Papá ¿cuánto ganas a la
hora? Su padre entre molesto y cansado, le respondió: Hijo, eso no es
conversación para tener con los niños. Estoy cansado, vete a dormir, que ya es
tarde y mañana tienes que ir al colegio. Sí, papá, pero por favor sólo dime,
¿cuánto te pagan por una hora de trabajo?, insistió el niño. Disgustado y casi
perdiendo la paciencia el padre le contestó: ¡cincuenta mil pesos la hora!
Papá, ¿Me podrías prestar veinte mil
pesos? Preguntó el pequeño. El padre se enfadó y con voz autoritaria le
dijo: ¡Vete a dormir ahora mismo! ¡Así que por eso querías saber cuánto me
pagaban por hora, para pedirme dinero! El niño se alejó cabizbajo, y el padre
se quedó pensando, mientras acaba de cenar, pensó, quizás necesitaba algo y
queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo. Con voz suave
le preguntó: ¿Duermes hijo? Dime papá, respondió medio dormido. Aquí tienes el
dinero que me pediste. ¡Gracias papá!, susurró el niño mientras metía su manita
debajo de la almohada de dónde sacó tres billete de diez mil medio arrugados.
¡Ya está! -gritó contento- “tengo cincuenta mil pesos”. Papi, “¿Me podrías
vender una hora de tu tiempo?”
El tiempo de muchos padres vale demasiado, a veces tanto
que parece que no pueden perderlo con sus hijos, olvidándose que lo niños para
que crezcan felices y sanos mentalmente necesitan tiempo para ser escuchados,
para jugar con ellos y que los padres se interesen por las cosas que a ellos
les gusta, vaya…, ¡necesitan tiempo!
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